Optimización de la ingesta de proteínas en adultos


Las ingestas diarias recomendadas definen un rango de ingestas dietéticas aceptables para cada nutriente. La dosis diaria recomendada mínima se basa en aliviar una condición de deficiencia clara, mientras que a menudo se recomiendan ingestas más altas para optimizar resultados de salud específicos.

En la actualidad, estudios señalan que las personas mayores de 65 años podrían beneficiarse de determinadas cantidades, calidades y distribuciones de proteína más allá de las recomendaciones actuales basadas en las RDA. Según un nuevo estudio publicado en la revista científica Advances in Nutrition, destaca los beneficios de las dietas ricas en proteínas para optimizar la salud durante el envejecimiento, la inactividad y la disfunción metabólica como la diabetes melitus tipo 2.

Alejandro Monzó – Unidad de Nutrición y Enfermería Neolife


La dosis diaria recomendada de proteína actual es de 0,8 g / kg de peso corporal

Las proteínas son macromoléculas complejas, de elevado peso molecular, componente funcional y estructural principal de las células con numerosas funciones en el organismo al que aportan nitrógeno y aminoácidos (1). La proteína supone aproximadamente el 17% de la masa corporal y, a pesar de su diversidad funcional, un 25% de ella es proteína estructural (colágeno, actina, miosina) y hemoglobina.

La proteína corporal se distribuye entre todos los órganos, pero mayoritariamente en el tejido muscular (40%). Su importancia radica en que es la fuente principal de aminoácidos en situaciones de estrés y su disminución representa una pérdida de proteína funcional (1). Los aminoácidos pueden clasificarse en función de su actividad biológica (1,2):

  • Esenciales: los que el organismo es incapaz de sintetizar y los necesita para mantener sus estructuras. Incluye los nueve aminoácidos clasificados como dietéticamente indispensables en el humano adulto: histidina, leucina, isoleucina, lisina, metionina, fenilalanina, treonina, triptófano y valina.
  • Semiesenciales: también llamados condicionalmente esenciales. El organismo los sintetiza en cantidades suficientes para cubrir los requerimientos básicos, pero en circunstancias especiales fisiológicas o patológicas, la producción es insuficiente y pueden transformarse en esenciales. Incluye arginina, glutamina, cisteína, cistina, taurina, prolina y ácido glutámico.
  • No esenciales: sintetizados en cantidad suficiente por el organismo. Incluye alanina, ácido aspártico y ácido glutámico.

Las proteínas son un macronutriente presente en los alimentos, cuya importancia radica en su capacidad de aportar aminoácidos para el mantenimiento de la proteína corporal y su incremento durante el crecimiento. Las proteínas dietéticas se encuentran tanto en productos animales (huevos, carnes, pescados, lácteos) como vegetales (frutos secos, legumbres, cereales integrales, soja y derivados, algas, etc.), estando presentes en proporciones variables (3,4). Es importante priorizar los alimentos de origen vegetal, gracias a los beneficios de salud adicionales que aportan.

Un gran número de estudios y ensayos clínicos muestran que la pérdida de proteína corporal se asocia con numerosas alteraciones patológicas y con un aumento de la morbilidad y mortalidad (2,3). Un nuevo estudio publicado en la revista Advances in Nutrition, muestra la importancia de una ingesta proteica adecuada, sobre todo en personas de edad avanzada (5). Aunque la dosis diaria recomendada de proteína de 0,8 kg / kg de peso corporal es adecuada para evitar deficiencias, existe evidencia de que muchos adultos pueden beneficiarse de la cantidad, calidad y distribución de proteínas más allá de las pautas definidas actualmente por la RDA.

La cantidad de proteína que necesite dependerá de las necesidades energéticas diarias. La ingesta diaria recomendada de proteína para los adultos oscila entre 10-35% de sus necesidades calóricas totales (lo que equivale a una cantidad de entre 0,8-2,5 g/kg/día). Es decir, una persona que consume una alimentación de 2000 kcal podría consumir 100 g de proteína, lo que proporcionaría el 20% de su total de calorías diarias. Sin embargo, el consumo habitual de proteína es generalmente bajo, con las consecuencias para la salud que conlleva, sobre todo para la población de avanzada edad. Se ha demostrado el papel anabólico de las proteínas alimentarias durante el envejecimiento y su positivo impacto en la prevención de diferentes patologías, como son la sarcopenia, la osteoporosis  y el correcto funcionamiento del sistema inmune (1,2,3,5).

Además, uno de los puntos importantes del estudio cita que la evidencia científica actual indicaría que el consumo óptimo de proteínas es más que un mero porcentaje de la ingesta energética total diaria y que otros factores como el consumo específico según los momentos del día y la cantidad o calidad, son también fundamentales (5). Por ello, el envejecimiento o la disminución de la actividad física reducen la eficiencia de la renovación proteica, especialmente en el músculo esquelético y, que en consecuencia, conduce a una reducción de la masa muscular, de la fuerza y de la regulación metabólica.

La reducción de la eficiencia, caracterizada como resistencia anabólica, puede mejorarse parcialmente mediante el aumento del consumo de proteínas a través de la dieta y prestando atención a la calidad de las mismas según el momento del día de forma independiente (2,3,5). Los autores señalan que las comidas que contienen un aporte igual o mayor a 30 g de proteína de alta calidad, definida por un perfil equilibrado de aminoácidos esenciales, incluyendo al menos 2,5 g de leucina, podrían contribuir a superar la resistencia anabólica en los adultos mayores y con ello optimizar la salud muscular de esta población especialmente vulnerable.

La proteína es también un macronutriente que contribuye a la regulación metabólica y al equilibrio energético, y en particular, al metabolismo de la glucosa (1,5). Tanto los carbohidratos como las proteínas de la dieta producen glucosa en sangre, ambos estimulan la liberación de insulina y ambos impactan en el metabolismo del músculo esquelético, pero las proteínas y los carbohidratos de la dieta impactan la regulación glucémica de formas muy diferentes (tabla 1.), demostrando que la proteína dietética mejora el control glucémico, otorgando beneficios para el manejo de la diabetes tipo 2.

Proteinas
Tabla 1. Regulación metabólica con dietas altas en glucosa vs aminoácidos (5).

Finalmente, aunque se está acumulando evidencia de que la dosis diaria recomendada de proteínas puede ser insuficiente para mantener la salud muscular en poblaciones que envejecen, existe todavía renuncia a recomendar ingestas más altas de proteínas. Puede deberse a la percepción de que consumir “demasiada” proteína se asocia con el mito de la pérdida ósea y el deterioro de la función renal, sin embargo, ninguno de estos escenarios tiene respaldo científico y, de hecho, la proteína parece proteger la salud ósea, especialmente en presencia de una cantidad adecuada de calcio y vitamina D. De igual modo, también se ha demostrado que una mayor ingesta de proteínas en las personas mayores (>65 años)  se asocia con una reducción de la mortalidad relacionada con el cáncer (5).

En Neolife siempre tenemos muy en cuenta el estado nutricional de nuestros pacientes. Somos especialistas en tratar el envejecimiento y uno de los puntos de trabajo es el papel que otorga una alimentación saludable, equilibrada y óptima en nutrientes como son las proteínas, priorizando las fuentes de origen vegetal. En el proceso de seguimiento individualizado de cambio de hábitos y de estilo de vida de nuestros pacientes, la mejora de la composición corporal es fundamental para lograr salud y bienestar y son las proteínas dietéticas una pieza fundamental para su éxito.


BIBLIOGRAFÍA

(1) García Luna, P.P. & Pérez de la Cruz, A.J. (2013). “Nutrientes específicos: hacia una nutrición clínica individualizada”. Grupo Aula Médica, S.L. SENPE.

(2) De Luis Román, D.A. Bellido Guerrero, D. García Luna, P.P. Olivera Fuster, G. (2017). “Dietoterapia, nutrición clínica y metabolismo”. Tercera edición. Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición. Grupo Aula Médica, S.L. Madrid, España.

(3) Redondo S., M.R. & González R., L.G. (2015). “Nutriguía: manual de nutrición clínica”. 2ªEdición. Editorial Médica Panamericana.

(4) (2021). “Protein in diet”. U.S. National Library of Medicine. URL: https://medlineplus.gov/ency/article/002467.htm

(5) Stuart, M.P. y otros. (2020). “Optimizing adult protein intake during catabolic health conditions”. Advances in Nutrition. Vol. 11(4): 1058-1069. URL: https://academic.oup.com/advances/article/11/4/S1058/5871183