Controversias y avances en el tratamiento con testosterona, una perspectiva de 40 años


Un nuevo artículo del Dr. Morgentaler elimina cualquier duda sobre la relación de la testosterona con el cáncer de próstata o la enfermedad cardiovascular.

A pesar de la repercusión mediática, los estudios que se posicionan en contra de la testosterona son minoritarios, algunos de ellos con importantes errores metodológicos. Por el contrario, se contabilizan decenas de estudios (existe evidencia científica de primer grado) que atestiguan el efecto positivo de la testosterona sobre la erección, la libido, la frecuencia sexual, la masa muscular, la densidad mineral ósea, el perfil lipídico y la pérdida de grasa corporal.

Dirección médica de Neolife


En su artículo, Morgentaler desmenuza todas las claves de la controversia del tratamiento con testosterona.

Con este título “Controversias y avances en el tratamiento con testoterona, una perspectiva de 40 años”, el Dr. Abraham Morgentaler va a publicar próximamente un magnífico artículo en la revista Urology (1) al que Neolife ha tenido acceso en su forma de “manuscrito aceptado”. El Dr. Morgentaler es una de las eminencias mundiales en el tratamiento con testosterona en hombres, urólogo de la Harvard Medical School, autor de decenas de publicaciones científicas relacionadas con la testosterona y también del bestseller “Testosterone for Life”.

El interés de este artículo radica en la valentía con la que defiende lo que la buena ciencia demuestra frente a esa otra ciencia que, aun estando publicada en revistas científicas de máxima calidad y prestigio, se deja influir por intereses ajenos a la investigación científica.

De sobra son conocidas las consecuencias sobre la salud de unos bajos niveles de testosterona y los beneficios obtenidos con su tratamiento. Existe un nivel 1 de evidencia científica (máximo nivel) de que el tratamiento con testosterona mejora la libido, la función sexual, la composición corporal y la densidad ósea. Sin embargo todavía existe una importante controversia en cuanto a la relación del tratamiento con testosterona con el cáncer de próstata y, más recientemente, sobre el riesgo cardiovascular.

Terapia hormonal testosterona

En noviembre de 2013 y enero de 2014 se publicaron sendos estudios (2,3) sobre el aumento del riesgo cardiovascular en hombres a los que se les había prescrito testosterona. La repercusión en los medios de comunicación fue espectacular, asociando el resultado de estos estudios al importante incremento de prescripciones y ventas de productos con testosterona en los últimos años. Un claro ejemplo es el editorial del New York Times titulado “Overselling Testosterone, Dangerously” (4).

Rápidamente aparecieron réplicas a estos dos estudios, que en el blog de Neolife recogimos en un artículo. Sin embargo, tanto en la nueva publicación de Morgentaler que aparecerá en la revista Urology, como en la publicada escasamente hace un año en la revista de la Clínica Mayo (5) queda, en nuestra opinión, zanjada la cuestión de la testosterona, el cáncer de próstata y el riesgo cardiovascular.

La controversia en el tratamiento con testosterona en EE.UU. está servida por el aumento exponencial de sus prescripciones en los últimos años con el objetivo de mejorar la calidad de vida en general y la función sexual en particular de los hombres maduros. El hecho de que estas prescripciones no se ajusten a un diagnóstico concreto y que simplemente sean por motivos supuestamente frívolos acentúa la controversia. Además la prensa “divulgativa” utiliza términos como “terapia no aprobada”, “riesgos sustanciales”, “abuso de las prescripciones”, “falta de seguimiento medico de los tratados”… todo ello no demostrado o con suficientes datos en contra de su veracidad. Entonces, ¿por qué esa mala prensa que daña a hombres que podrían mejorar su salud y calidad de vida?

Ante la complejidad de definir protocolos cerrados acerca del tratamiento de testosterona, las instituciones sanitarias mantienen una actitud conservadora, negando la evidencia científica.

Para empezar el Dr. Morgentaler aclara dos cuestiones terminológicas. La primera es su preferencia por el término “déficit de testosterona” en lugar de “hipogonadismo”,  ya que éste último se refiere más bien a la infertilidad masculina, aspecto poco relevante en los hombres maduros aquejados de los síntomas de una testosterona baja. Por otro lado prefiere hablar de “terapia con testosterona” en lugar de “terapia de reemplazo con testosterona”, ya que considera que la testosterona no se reemplaza, simplemente se suplementa. Esto mismo es aplicable a la terapia hormonal de las mujeres que sufren menopausia: no hay reemplazo, hay suplementación.

Históricamente la testosterona se sintetizó de manera artificial en los años 30 y se empezó a utilizar exitosamente para tratar la impotencia, la falta de virilización y la fuerza muscular en hombres con hipogonadismo. Además se consideraba un buen tratamiento para la angina de pecho. Pero pronto entró en desgracia por los estudios de Huggins culpándola (injustamente) del cáncer de próstata. A finales del siglo pasado la testosterona entró en su etapa médica más oscura, ensombrecida aún más si cabe, con la mala fama de los casos de dopaje entre deportistas de competición. Pero en el siglo XXI las cosas están cambiando, en gran medida gracias a Morgentaler y a su rigurosidad científica desmontando falsos mitos. Actualmente hay 21 formulaciones de testosterona aprobadas en EEUU y 7 en España (tres tipos de inyectables, tres tipos de parches y un gel). Su uso se ha disparado en paralelo a su controversia.

Existe evidencia científica de primer grado del efecto positivo de la testosterona sobre la erección, la libido, la frecuencia sexual, la masa muscular, la densidad mineral ósea, el perfil lipídico y la pérdida de grasa corporal. Por tanto, quien diga que los efectos beneficiosos de la testosterona no están probados o falta a la evidencia científica o está desinformado.

Antes de la década de los 70 los hombres candidatos para ser tratados con testosterona eran aquellos que presentaban el cuadro clínico de su déficit, sin tener en cuenta el valor plasmático. Pero en la última década, gracias al desarrollo de las técnicas analíticas, el diagnóstico se basó en la cuantificación de la hormona en el plasma. Desde 2014, la opinión de los expertos es volver a dar prioridad a los síntomas, pero apoyándose de forma secundaria en el valor plasmático de la testosterona. A día de hoy no existe unanimidad para definir el valor bajo de la testosterona, situándose en un amplio margen entre los 200 y los 400 ng/dL. Además, cada laboratorio aporta diferentes rangos de referencia, lo cual aporta más confusión a lo que es un valor “normal”. Esta es la razón para tener muy en cuenta los síntomas a la hora de tomar la decisión de tratar o no con testosterona a un paciente. Además, hay una gran variedad entre individuos a la respuesta del tratamiento con testosterona dependiendo de la cantidad de de SHBG (proteína que bloquea la testosterona) de cada persona y de la sensibilidad de los receptores celulares de la testosterona, que viene determinada genéticamente. Morgentaler recomienda utilizar como referencia la testosterona libre (la que no está unida a las proteínas), proponiendo un límite bajo de 15 pg/mL, pero dando mayor valor a los síntomas.

Por todo lo anterior es fácil comprender la razón por la que las instituciones sanitarias, compañías de seguros médicos, sociedades científicas, etc., no son capaces de definir un protocolo cerrado. Como consecuencia su actitud es conservadora, negando la evidencia científica y rayando con la negligencia. Además, ahorran costes en perjuicio de la salud de los hombres.

La testosterona entró en desgracia, principalmente, por su errónea relación con el cáncer de próstata y, recientemente también con el riesgo cardiovascular.

El cáncer de próstata fue la oveja negra del tratamiento con testosterona desde los años 40 del siglo pasado hasta fechas muy recientes. Actualmente la hipótesis androgénica que asociaba niveles altos de testosterona con mayor riesgo de padecer un cáncer de próstata ha quedado desacreditada por la nueva teoría, el modelo de la saturación, que demuestra que el tejido prostático es indiferente a valores plasmáticos de testosterona superiores a 250 ng/dL, si bien es muy sensible por debajo de este nivel. En esta tesitura, la prohibición de tratar con testosterona a pacientes con cáncer de próstata basada en la hipótesis androgénica se está poniendo en entredicho, e incluso hay evidencias en contra. Más aún, está demostrado que los hombres con bajos niveles de testosterona tienen mayor riesgo de padecer una cáncer de próstata y peor pronóstico en caso de padecerlo.

Pero ahora la nueva oveja negra de la testosterona es el aumento del riesgo cardiovascular, básicamente fundamentado en los dos estudios retrospectivos de 2013 y 2014 citados al principio de este texto (2,3) y su gran repercusión mediática.

El primero de ellos (2), firmado por la Dra. Vigen como primera autora y publicado en el JAMA, ha sido fuertemente criticado por haber hecho mal la interpretación de los resultados estadísticos, por haber hecho una mala selección de la muestra y por haber incluido equivocadamente en el estudio nada menos que a un 10% de mujeres. Todo ello inaceptable para una investigación seria y muy comprometido para la revista JAMA, que tuvo que asumir por escrito los errores del estudio y las duras críticas de los expertos (más de 160 investigadores y 29 sociedades científicas).

El segundo artículo (3), firmado por Finkle, analizó una gran base de datos de las sociedades médicas y llegó a la conclusión de que en los 90 días siguientes a una prescripción de testosterona había un incremento de padecer un infarto de miocardio no mortal del 36% comparado con el riesgo de los 12 meses antes de la prescripción. El primer grave error del estudio es que no hubo grupo de control y por tanto no sabemos si los que no tuvieron prescripción de testosterona sufrieron más o menos infartos. El segundo error es que se asume una relación de causalidad cuando realmente lo que demuestra el estudio es que los médicos no prescriben testosterona en pacientes que han tenido un infarto reciente. Nada más.

Por el contrario hay decenas de estudio que demuestran que un valor bajo de testosterona es un factor de riesgo cardiovascular y que el tratamiento hormonal con testosterona es protector y beneficioso.

Tal y como publicamos en otro reciente artículo del blog,

“habría que preguntarse por qué no ha salido en prensa una noticia sobre el meta-análisis recientemente publicado en el European Heart Journal (7) sobre más de 80.000 hombres (no 200 como el estudio del JAMA) en el que se demuestra que la testosterona previene el infarto, el ictus y en general todas las causas de mortalidad, por decir uno de los múltiples estudios sobre los efectos positivos de la testosterona”.

En conclusión, queda demostrado que el déficit de testosterona afecta negativamente tanto a la salud como a la calidad de vida de los hombres, que su tratamiento NO produce cáncer de próstata ni enfermedad cardiovascular y SÍ previene estas enfermedades y mejora sustancialmente la calidad de vida en la mayoría de los pacientes tratados. Los efectos secundarios son escasos, leves y fáciles de manejar por un médico experimentado.

Como dice Morgentaler, “testosterone is neither scourge nor panacea – It is just good medicine” – “La testosterona no es ni un azote ni una panacea, simplemente es buena medicina”. De de esto se trata.

La verdad sobre la testosterona: previene las enfermedades propias del proceso de envejecimiento y mejora la calidad de vida, con escasos efectos secundarios.

En Neolife, clínica pionera de medicina antiaging, tenemos una dilatada experiencia en el manejo clínico de la testosterona: realizamos terapia de reemplazo hormonal tanto en hombres como en mujeres, para la mejora de la calidad de vida y la prevención de enfermedades. Dominamos las dosis, vías de administración, controles de seguimiento, posibles efectos secundarios… y obtenemos magníficos resultados, no sólo en los parámetros antropométricos (grasa intraabdominal, masa muscular…), sino también en el estado de ánimo, vida sexual, función neurocognitiva, perfil lipídico y perfil hidrocarbonatado, entre otras mejoras objetivables.


BIBLIOGRAFÍA

(1) Morgentaler, A. “Controversies and advances with testosterone therapy: a 40-year perspective”, Urology (2015), https://dx.doi.org/doi:10.1016/j.urology.2015.11.034.

(2) Vigen, R., O´Donnell Cl, Baroón AE, et al. “Association of testosterone therapy with mortality, myocardial infarction, and stroke in men with low testosterone levels”. JAMA. 2013 Nov 6;310(17):1829-36

(3) Finkle WD, Greenland S, Ridgeway GK, et al. Increased risk of non-fatal myocardial infarction following testosterone therapy prescription in men. PLoS One. 2014 Jan 29;9(1):e85805

(4) https://www.nytimes.com/2014/02/05/opinion/overselling-testosterone-dangerously.html

(5) Morgentaler, A., Miner, M., Caliber, M. et al. “Testosterone Therapy and Cardiovascular Risk: Advances and Controversies”. Mayo Clin Proc. February 2015:90(2):224-251. https:/dx.doi.org/10.1016/j.mayocp.2014.10.011