Inflamación crónica de bajo grado: agente envejecedor silente


La inflamación, es un proceso fisiológico indispensable. Se da como mecanismo de reparación ante un daño: ya sea una quemadura, una torcedura de tobillo o una infección.

Si no existiese el proceso de inflamación, no habría curación. Pon tanto, los síntomas que asociamos a la inflamación: hinchazón, enrojecimiento… no son más que la manifestación del proceso de reparación. La inflamación, al contrario de lo que frecuentemente pensamos, no es mala, es un proceso fisiológico.

Francisco Martínez Milla – Unidad de Nutrición Neolife


La inflamación es una estrategia de tu organismo a través de la cual el sistema inmune se moviliza e inicia el proceso necesario para que se de la reparación. En condiciones normales la amenaza se elimina, la reparación finaliza, y se activan procesos antiinflamatorios para minimizar el daño. Esta es la llamada inflamación aguda, y es necesaria.

El problema viene cuando este proceso, por los motivos que vamos a detallar más adelante, se mantiene permanente y se mantiene en el tiempo, silenciosa, y muy peligrosa. Es como tener una herida que nunca cura. La constante activación del sistema inmune, diseñado para defenderte, termina dañándote.

Tener una inflamación crónica de bajo grado está correlacionado con un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular, cáncer, diabetes, trastorno autoinmune, depresión y enfermedades neurodegenerativas. Que esté asociada a tantas enfermedades implica que es un problema sistémico, no de una localización exacta.

Consecuencias de la inflamación crónica de bajo grado

Esta inflamación contribuye al daño del DNA, elevando el riesgo de cáncer.

Esta inflamación desequilibra el eje hormonal, favoreciendo por ejemplo desregulación del tiroides o resistencia a insulina; favorece sarcopenia y osteoporosis; daña el sistema cardiorespitatorio; dificulta el propio funcionamiento del sistema inmune e inhibe la neurogénesis, aumentando el riesgo de depresión y enfermedades neurodegenerativas.

Causas de la inflamación de bajo grado

  • Porcentaje graso elevado: Nuestros adipocitos, que actúan como depósitos de grasa en nuestro organismo, liberan citoquinas proinflamatorias. La grasa visceral es especialmente peligrosa porque en ella se produce mayor inflamación.

Cuando nuestras células grasas, llamadas adipocitos, se llenan al límite, se vuelven disfuncionales, y alertan de su estado liberando citoquinas proinflamatorias. Esta inflamación del tejido graso contribuye de manera directa al riesgo de resistencia a la insulina y diabetes.

  • Sedentario: se asocia con mayor inflamación, con independencia del peso.

La falta de actividad física facilita la obesidad, pero se asocia con mayor inflamación independientemente del peso. Es decir, el ejercicio reduce la inflamación por múltiples vías, y no solo porque ayuda a quemar grasa.

Algunas interleuquinas (IL) producidas en el músculo estimulan además la oxidación de grasa general (como IL-6), mientras que otras atacan principalmente la grasa visceral (como la IL-15).

  • Microbiota desequilibrada: que nuestra microbiota no esté adecuada en número ni es distribución de especies, facilita el cruce de moléculas desconocidas para nuestro sistema inmune, haciendo que este eleve la inflamación como estrategia de protección.
  • Mala alimentación: Además de perjudicar a la microbiota, incluir alimentos de carácter pro-inflamatorio de forma recurrente en la alimentación, tendrá una repercusión negativa. Alimentos con especial carácter antiinflamatorio:

Inflamación crónica de bajo grado

  • Envejecimiento: En el proceso de regeneración celular, muchas de las células dañadas se eliminan, pero otras permanecen en estado zombie y liberan sustancias que elevan la inflamación.

Por este motivo, la inflamación tiende a elevarse con la edad, y con ella todas las enfermedades asociadas. No es un proceso inevitable, y su evolución depende más de nuestros hábitos que de nuestros años.


BIBLIOGRAFÍA

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