Aflatoxinas, un riesgo para nuestra salud


¿Existen substancias cancerígenas naturales en nuestra alimentación? Sí, y de diferentes tipos. Vamos a explicar cómo algunos tipos de mohos de los alimentos van a producir toxinas muy dañinas para el ser humano.

Las aflatoxinas son micotoxinas producidas por hongos del género aspergillus, especialmente por algunas cepas de aspergillus flavus y por casi todas las de aspergillus parasiticus. La contaminación de alimentos por estas toxinas puede producir intoxicaciones agudas o una exposición crónica subletal.

Dra. Celia Gonzalo Gleyzes – Equipo Médico Neolife


Un poco de historia actual

Las aflatoxinas son metabolitos fúngicos que podemos encontrar en diferentes alimentos. Todo empezó (al menos su estudio en profundidad) en 1961 cuando se detectaron 100.000 muertes de pavos en granjas de Gran Bretaña. La causa era la harina de cacahuetes, contaminada con aspergillus flavus, importada de Brasil.

En humanos, se han registrado varios episodios de intoxicaciones masivas agudas en distintas zonas de la India, Sudeste Asiático y África tropical y ecuatorial. Otro dato relevante, una mayor tasa de cáncer hepático también se ha observado en esas zonas.

células cancerígenas

Características y distribución de las aflatoxinas

Los hongos del género aspergillus pueden contaminar muchos alimentos como los cacahuetes, el maíz, las semillas de algodón, los frutos secos, el arroz, los higos, las frutas desecadas, las especias, las habas de cacao, los aceite vegetales crudos y los cereales.

Se distribuyen por todo el planeta, pero son más frecuentes en zonas de climas tropicales. Allí se dan las condiciones idóneas de temperatura (máxima producción a los 27ºC) y humedad. Son difíciles de destruir, incluso con temperaturas superiores a la ebullición, con lo cual la cocción no suele eliminarlas. Por debajo de los 12º C no se siguen produciendo aflatoxinas (la refrigeración sería clave para no aumentar los niveles).

Existen cuatro aflatoxinas principales, conocidas como aflatoxina B1, aflatoxina B2, aflatoxina G1 y aflatoxina G2. Las aflatoxinas B se distinguen de las aflatoxinas G porque el anillo de furano de las primeras se convierte en un anillo de lactona en las segundas.

Las vacas alimentadas con piensos contaminados por aflatoxinas B son capaces de metabolizarlas, mediante hidroxilación, a otro tipo de aflatoxinas, denominadas M.

A partir de la aflatoxina B1 se formaría la aflatoxina M1 y de la B2 la M2.

Esto significa que la leche se contamina si hay una ingesta de aflatoxinas, suponiendo un riesgo para el hombre (consumo de lácteos) y para los lactantes (paso a leche materna).

Aflatoxinas y enfermedad

El 23 de septiembre de 1994 el Comité Científico de la Alimentación Humana declaró que las aflatoxinas eran cancerígenos genotóxicos. De esta manera la Unión Europea empezó a limitar el contenido total de las aflatoxinas de los alimentos.

La International Agency for Research on Cancer (IARC) clasificó la AFB1 Y la AFM1 como carcinógenos del grupo 1 y del grupo 2B, respectivamente.

El grado de toxicidad y carcinogenicidad de las aflatoxinas sigue el orden siguiente: B1>G1>B2>G2.

Diferentes estudios describen estos compuestos como tóxicos, carcinogénicos, mutagénicos, teratogénicos e inmunosupresores en animales y humanos, considerando el hígado como la principal diana.

El amplio espectro de efectos secundarios causados por las aflatoxinas se denomina aflatoxicosis, se distinguen dos formas principales: la aguda, por una corta exposición a una gran cantidad de toxinas, que se caracteriza por daño hepático severo, ictericia, hemorragia, edema y a veces la muerte y la crónica, que lleva a la inmunosupresión, a problemas nutricionales y al cáncer.

Las aflatoxinas causan cáncer de hígado (el riesgo aumenta si además el individuo está infectado por el virus de la hepatitis B), cáncer de pulmón (por inhalación de polvo de las semillas/granos) y cánceres gastrointestinales (al parecer, existe sinergia entre las aflatoxinas, es decir, que su acumulación/asociación aumenta el daño).

Las AFM1/AFB1 modulan trece proteínas implicadas en el desarrollo y progresión del cáncer.

La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) concluye que la exposición a las aflatoxinas de todas las fuentes de alimentos debe mantenerse tan baja como sea razonablemente posible (1,2,3).

Aunque los alimentos, en principio, estén controlados, nunca está de más mirar el origen de los productos y las condiciones de conservación.


BIBLIOGRAFÍA

(1) https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC6024316/ Marchese, Silvia et al. “Aflatoxin B1 and M1: Biological Properties and Their Involvement in Cancer Development.” Toxins vol. 10,6 214. 24 May. 2018, doi:10.3390/toxins10060214

(2) https://www.aecosan.msssi.gob.es/AECOSAN/web/seguridad_alimentaria/subdetalle/micotoxinas.htm

(3) https://doi.org/10.1007/s12550-020-00393-w Fouché, T., Claassens, S. & Maboeta, M. Aflatoxins in the soil ecosystem: an overview of its occurrence, fate, effects and future perspectives. Mycotoxin Res (2020). https://doi.org/10.1007/s12550-020-00393-w